Hace algunos días leía un artículo que relata las difíciles decisiones que tuvo que tomar un joven viticultor al decidir alejarse de la región de Barossa donde su familia ha logrado, por varias generaciones, un alto impacto con sus vinos en una de la regiones australianas de mayor reputación por sus poderosos vinos de Shiraz.
Para mi sorpresa, las acciones emprendidas por el ‘new winemaker’, nada tuvieron que ver con las relaciones familiares o con algún impulso de desprendimiento siglo XXI. Lo que motivó a este joven para migrar con su pasión a una de la regiones más australes de Australia —la isla de Tasmania—, fue simple y sencillamente el cambio climático. El tema, que podría ser considerado como algo anecdótico, sorprende porque aunado al espíritu aventurero del bodeguero australiano, hoy su vino de uva Shiraz es el primer vino producido en esta latitud que recibe un serio reconocimiento por los admiradores del ‘Australian Shiraz’.
Sin menospreciar la habilidad enológica del joven Glaetzer, tenemos que reconocer que estamos frente a una claro ejemplo de las nuevas estrategias del sector vitivinícola australiano en respuesta al cambio climático. En este mismo artículo el autor se refiere a un estudio de la publicación científica norteamericana Proceedings of the National Academy of Sciences donde se asegura entre hoy y el año 2050, 73% del suelo australiano dedicado a la viticultura podría dejar de ser apto para dicho cultivo.
Hay indicadores claros que muestran como las zonas clásicas de viñedo australianas —Barossa, Hunter Valley y Margaret River, entre ellas— se vuelven más cálidas y secas. Hoy se estima que el promedio de las temperaturas en la isla de Tasmania son 38% más bajas que en Barossa. De acuerdo a datos de autoridades locales, entre el día de hoy y el año 2030 las temperaturas en las zonas vitícolas de aquel país aumentarán ente 0.3 y 1.7 grados Celsius y, según modelos trazados por estas entidades, el aumento de temperatura reducirá la calidad de las uvas entre un 12% y un 57%.
En Tasmania, en cambio, una mayor temperatura podría beneficiar a la viticultura ya que, actualmente, son demasiado frías para ciertas variedades. El calentamiento global es preocupación constante de los bodegueros pues impacta sobre una industria que cada año genera 4 mil millones de euros.
Por ello, y apoyados por el gobierno australiano, echaron a andar una iniciativa en Barossa que busca simular las peores condiciones de los siguientes 30 o 50 años. El resultado es que los vinos australianos están y, por ejemplo, el Shiraz de Glaetzer tiene de un 15% a un 20% menos alcohol que los de Barossa. Por tanto se puede casi afirmar que en 50 años, gracias al cambio climático serán irreconocibles las diferencias organolépticas que hoy muestran otras regiones.
Pero los vitivinicultores Barossa no están de brazos cruzados esperando la sequía de sus cepas. La atención está puesta en soluciones múltiples: uso de sistemas de riego más eficientes como ‘partial root-zone dryimg’, búsqueda de portainjertos resistentes a la sequía y programas que permitan modelar la sequía de invierno, simulando la caída de las lluvias durante el invierno que se supone se producirá entre 2030 y 2050.
¿A qué viene todo esto? La vendimia 2014, tanto para nuestros vecinos caras pálidas como para Baja California, es ya uno de los ciclos cuya precipitación pluvial ha quedado muy por debajo de la media histórica. Si bien es cierto que en nuestros valles estamos acostumbrados a que las lluvias de un año a otro tienen variaciones importantes, también es cierto que en estas últimas cosechas hemos tenido importantes ondas cálidas, con temperaturas más altas y más tempranas en el año.
Este año podemos ver importantes daños de deshidratación en viñedos históricos, con una evidente mortandad de plantas. Las viñas han acortado su ciclo en al menos un par de semanas.
Estamos en un callejón sin salida. Por un lado los vitivinicultores no hemos encontramos un frente común para gritar ¡YA BASTA! de tomar a la ligera la problemática del valle, las autoridades perforan pozos por doquier para minimizar los tandeos que viven los habitantes de Ensenada. ¿Cuál es la verdadera solución? Los australianos al menos pueden paliar su problema migrando a la isla de Tasmania. Nosotros en cambio, con una actitud de avestruz, dejamos todas nuestras esperanzas a que el fenómeno de El Niño nos regale «harta» lluvia. Dicho sea de paso, parece que a los ginecólogos del CICESE les urge un buen ultrasonido ya que pronosticaban un “súper niño” y según los surfistas, que de agua oceánica saben un «carro» el mar está tan frio como para mantener a la mano el ‘wetsuit’.
Me quedo con la frase de un famoso bodeguero que antes de vender sus viñedos cerca de la ciudad de Sydney dijo: “Tengo miedo, ésta región cada vez se vuelve más caliente, más seca y mucho más cara”. ‘Looks familiar’ .