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¿Aletas de tiburón? Ni al 'cazo'...

Por Animal Gourmet

Estoy sentado en un arenal a 12 metros de profundidad. El entorno es de completa paz, quietud y belleza; veo las burbujas que salen de mi regulador ascender precipitadamente a la superficie y las sigo con la mirada. Levanto la cabeza y veo la luz del Sol bailar a través de la columna de agua cristalina; escucho mi propia respiración.

Al bajar la vista me topo con una gran sombra que viene deslizándose desde el fondo del horizonte azul; al definirse mi corazón comienza a palpitar más rápido… es un gran tiburón toro.

Mi sensación es de completa alegría con un ligero toque de algo que, más que temor, es respeto. Hermoso, imponente y preciso mágicamente levita hacia mí. Una rémora asoma por su costado y yo permanezco en la misma posición. Llamo la atención de mi compañera y los dos quedamos en primera fila para disfrutar el espectáculo de este gran depredador de los mares. El tiburón se acerca a unos metros y, de pronto, sutilmente cambia su dirección y se aleja hasta desaparecer en el perenne azul.

De regreso en la lancha, mi mente extasiada saltaba de un pensamiento a otro alrededor de los tiburones: ¿Qué tanto sabemos de ellos? ¿Por qué les tememos tanto? ¿Por qué no nos maravillamos con su presencia? ¿Cuál es su situación real? ¿Qué podemos hacer para cambiar nuestra forma de verlos?

Estos fabulosos seres están agrupados en un grupo taxonómico denominado Elasmobranchii (Elasmobranquios), en el cual se encuentran muchas especies fósiles; esto se vuelve muy claro si consideramos que recorren los mares del planeta desde hace más de 420 millones de años.

Es un tiempo increíble, sobre todo si pensamos que cuando los primeros tiburones aparecieron, la vida en tierra firme estaba constituida sólo por microorganismos y apenas tímidos experimentos de vida vegetal. Es decir, el reino de los dinosaurios se veía infinitamente lejano y ni que decir de nosotros (Homo sapiens), que tan sólo tenemos 200 mil años en el planeta: 0.04% del tiempo que tienen ellos.

Actualmente existen más de 440 especies de tiburones en los mares, océanos, algunos ríos y lagos del mundo. Muchos de ellos caben en la palma de la mano, mientras que otros pueden ser del tamaño de un autobús y pesar lo que tres elefantes asiáticos.

Aunque en nuestro imaginario los tiburones son grandes depredadores solitarios que recorren los mares en busca de comida, la realidad es que este comportamiento solamente es aplicable para unas cuantas especies. La mayoría lleva una vida sedentaria en el fondo del mar. Incluso los grandes tiburones solitarios se reúnen para reproducirse o en zonas de alimentación, como en las impresionantes agregaciones de más de 100 escualos martillo que aún se pueden ver en el Golfo de California.

Los tiburones matan, en promedio, cuatro personas al año en todo el mundo: el ser humano mata alrededor de 100 millones de tiburones durante el mismo periodo.

Tienen comportamientos muy interesantes, como la existencia de jerarquías entre diferentes especies a la hora de alimentarse, o sus patrones de migración, que pueden ser más complejos que los de las aves; de hecho, la relación cerebro-masa corporal que presentan es similar a la de los mamíferos. Algunas especies, como el tiburón de arrecife de puntas blancas (Triaenodon obesus), son cazadores en grupo y cooperan para perseguir, reunir y capturar ciertas presas. Incluso se han observado comportamientos que son parecidos a juegos.

¿Realmente son peligrosos?

Estos animales matan, en promedio, cuatro personas al año en todo el mundo; el ser humano mata alrededor de 100 millones de tiburones durante el mismo periodo. Es decir, tenemos muchas, muchas más posibilidades de accidentarnos colocando la serie del árbol de Navidad, o por un rayo, que por un ataque de tiburón, mientras que nuestra agresión hacia ellos es estratosféricamente desproporcionada. ¿Quién es más peligroso para quién?

En 1987, por ejemplo, se registraron 8 mil mordeduras de perros a humanos en Nueva York, así como mil 587 mordeduras de humano a humano. Ese mismo año hubo 13 mordeduras de tiburón a humano en todo Estados Unidos. La tasa es increíblemente baja; entonces, ¿por qué les tememos tanto?

Cada año se reporta la muerte de cuatro personas a causa de un ataque de tiburón; en ese mismo periodo los humanos matan a 100 millones de tiburones. // Foto: Especial.

Después de cortarle la aleta dorsal, los cazadores arrojan el cuerpo del tiburón al agua que no puede nadar ni moverse lo que ocasiona su muerte. // Foto: Especial.

Gracias, señor Spielberg

El renombrado director de cine Steven Spielberg estrenó en el verano de 1975 una película que marcaría un hito en la historia de los tiburones. Como puede suponer, estimado lector, la película fue Jaws —Mandíbulas—, que en español fue titulada Tiburón.

El filme muestra a un enorme tiburón blanco, devorador de hombres, que atacaba bañistas y explota al máximo el miedo a una criatura que puede aparecer de improviso y atacarnos, así como el morbo natural del ser humano. Debido a estos hechos, el jefe de la policía local sale a su cacería, acompañado de un biólogo marino y un cazatiburones profesional.

¿Qué nos dejó esta cinta que ha recaudado casi 500 millones de dólares? Una población global aterrada por la presencia de tiburones y la lección de que debemos destruirlos a toda costa. Después de casi 40 años de ignorancia y desprecio hacia estos increíbles animales la situación no ha mejorado mucho, pues incluso los programas actuales de naturaleza siguen presentándolos como “máximos depredadores”, “terribles asesinos”, “nacidos para matar” y una larga serie de nombres que en nada ayudan a cambiar su reputación.

La alta cocina tradicional china es, y ha sido, el motor principal de la aniquilación sistemática de tiburones en los mares de todo el mundo.

Sin embargo, no podemos echar toda la culpa al señor Spielberg y, de hecho, el resultado principal de la película es el miedo, no tanto la matanza. Para la aniquilación sistemática, muchos de nosotros somos culpables aún sin saberlo… Por cierto, ¿han comido cazón?

Cuando el hombre muerde al tiburón

Mientras millones de seres humanos peleaban a muerte en los desiertos de África del Norte, en las montañas y valles de Europa, las selvas e islas del Pacífico, sufriendo las consecuencias de la sangrienta Segunda Guerra Mundial, la demanda de vitamina A para las tropas se volvió una necesidad imperante. Esta vitamina se encuentra de manera abundante en el aceite del hígado de los tiburones, por lo que la pesca de los escualos aumentó dramáticamente. Además del Escuadrón 201, el aceite de hígado de tiburón fue una contribución de México a la gran guerra.

A finales de los 40, afortunadamente para los tiburones, surgió un sustituto sintético de esta vitamina. No obstante, lejos de darles un respiro, la siguiente década se incrementó la captura de escualos por el agotamiento de especies marinas tradicionales pero, sobre todo, por la demanda mundial de su carne, en particular de una parte de ellos: sus aletas.

Shark finning

Shark finning es el término en inglés —en español, aleteo— para una infame práctica que consiste en extirpar únicamente las aletas de los tiburones y tirar al animal de vuelta al mar… aún vivo. Desciende lentamente al fondo, haciendo inútiles movimientos para retomar el control de su nado, y poco a poco se asfixia al ser incapaz de avanzar y pasar agua por sus branquias para respirar; mientras, otros peces comienzan a alimentarse del indefenso cuerpo todavía con vida. ¿Por qué alguien haría eso?

El precio desproporcionado de las aletas es lo que la gente busca; el resto posee mucho menor valor en el mercado y es arrojado por la borda. La alta cocina tradicional china es, y ha sido, el motor principal de la aniquilación sistemática de tiburones en los mares de todo el mundo.

Un kilo de aleta de tiburón alcanza los 100 dólares en China. Por eso los pescadores se limitan a cortar las aletas y tiran al animal de vuelta al mar.

Los números —de gente involucrada, de toneladas y cantidades de tiburones pescados, de dinero que se mueve alrededor de este fenómeno— son estratosféricos y alarmantes. En especial si pensamos que muchas de las especies de tiburones crecen lentamente —unos pocos centímetros al año—, y tienen tasas de reproducción bajas —la mayoría con menos de 15 crías cada uno o dos años—. Así que matamos más individuos de los que pueden ser reemplazados por el nacimiento y la supervivencia

Después de cortarle la aleta dorsal, los cazadores arrojan el cuerpo del tiburon al agua que no puede nadar ni moverse lo que ocasiona su muerte. // Foto: Especial.

La aleta de tiburón es uno de los ingredientes de alto valor en la gastronomía china y una pieza puede alcanzar el precio de los 100 dólares, dependiendo de su tamaño. // Foto: Especial.

¿Y en México?

Se ha calculado que las poblaciones de tiburones han disminuido hasta en 90% en el norte del Golfo de México y el Atlántico noroeste.

En nuestro país se pesca para, además de cubrir la demanda mundial, satisfacer la demanda local. Algunos individuos pequeños, que en su tamaño adulto no superan el metro y medio de largo, son clasificados como cazones. Sin embargo, es común que especies mayores en sus estadios juveniles sean incluidas en la lista.

Algunas especies en México se están utilizando para la recreación y el turismo; éstas son el tiburón ballena o dominó (Rhincodon typus), el toro (Carcharhinus leucas) y el blanco (Carcharodon carcharias). Se ofrecen servicios donde la gente se acerca ya sea en bote, esnorqueleando o buceando, para observarlos. Es una actividad que apareció hace poco, y apenas se comienzan a establecer reglas para hacerlo de una manera correcta y sustentable.

En febrero de 2007 se publicó una ley donde se presentan las normas para la pesca, con el fin de lograr su uso sustentable y conservación. Dentro de este documento se establece la protección total al tiburón blanco, el tiburón ballena y el peregrino (Cetorhinus maximus), por lo que no se permite su captura y comercialización.

¿Por qué necesitamos a los tiburones?

Hace algunos años conocí a Enric Sala, investigador de National Geographic, quien bucea en los arrecifes más prístinos del planeta para tratar de entender las dinámicas ecológicas originales en estos sitios. Él me comentaba que estamos acostumbrados a ver imágenes paradisiacas de arrecifes coralinos llenos de peces multicolores, y ningún depredador. Me decía que ésa no era la imagen de un ecosistema saludable, pues lo ideal es una foto donde estos peces vivan en los escondrijos del coral mientras afuera hay tiburones esperando capturar su alimento.

Al sacarlos de la jugada desestabilizamos equilibrios milenarios, y aunque no nos demos cuenta, esto nos afecta. Se ha visto que en la costa atlántica de Estados Unidos, la pesca excesiva de tiburones de puntas negras hizo que la raya mancha, su presa, aumentara sus poblaciones consumiendo tantas almejas que hicieron que la extracción de estos moluscos de interés comercial bajara demasiado; entonces los pescadores perdieron su ingreso económico.

Finalmente, los tiburones tienen un derecho histórico: han estado aquí desde tiempos inmemoriales logrando un equilibrio fundamental en los ecosistemas marinos. El solo hecho de que existan, es suficiente para que nos importen y podamos aprender de ellos, desde cuestiones evolutivas hasta biomecánicas. Existen diseños de trajes de natación inspirados en la piel de los tiburones que funcionan dando un excelente perfil hidrodinámico, por ejemplo.

Demos un respiro a estos fabulosos seres, dejémoslos reinar los mares de nuevo. Los seres humanos deberíamos apreciarlos en toda su magnitud, belleza y complejidad. Sin ellos, simplemente no estaríamos completos.

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*Acerca del autor

Roberto Rojo, biólogo por la UNAM, espeleólogo y conductor de Canal Once. Su trabajo se centra en el estudio de las tarántulas de México. Es coautor del libro Bichos, editado por la SEP.

Este texto fue publicado originalmente en la revista Crónica ambiental: medio ambiente y sustentabilidad, publicación mensual que amablemente compartió su contenido. Si deseas más de este esfuerzo editorial visita su página web: www.cronicaambiental.com.mx o bien sus perfiles en Twitter (@CronicaAmbient) y Facebook (/RevistaCronicaAmbiental)