Cuando Maximiliano de Habsburgo llegó a México para regir como emperador se preocupó por formar la corte imperial, pues esta era parte fundamental de la estructura de poder y gobierno de cualquier imperio. Esta institución política tiene su origen en la Edad Media europea y funcionaba como un espacio para que el monarca y su familia pudieran interactuar con la alta nobleza del imperio o del reino.
Era en este mundillo que los nobles ejercían su influencia para la toma de decisiones. Y en donde la casa reinante compartía la representación del poder con un grupo amplio de la aristocracia. Ese era el espacio para las alianzas, las intrigas, el ocio, el arte, los enredos de faldas, en fin… todas esas actividades que acompañaron el poder despótico en el Viejo Continente.
[contextly_sidebar id=”ca905b6982246938b470ff920887ee74″]Maximiliano se encontró con una situación inédita para la tradición europea: en México no había nobleza de abolengo. Fue preocupación de la Monarquía Hispánica que en los reinos americanos no la hubiera, por lo que no repartió títulos entre los vasallos americanos, con excepción del capitán Hernán Cortés nombrado Marqués del Valle. En nuestra sociedad criolla se desarrolló lo que Antonio Rubial llama “la aristocracia pulquera”: hacendados que gracias a la prosperidad de su producción agrícola, muchas veces de pulque, transformaron sus haciendas en auténticos señoríos pero sin el título nobiliario.
Así, cuando el Segundo Imperio Mexicano tuvo que formar su corte, Maximiliano escogió entre las familias conservadoras más ricas de todo el país, pues el boato cortesano requería de muchos recursos financieros. Se repartieron nombramientos como “Ayuda de cámara del emperador”, “Paje imperial”, “Damas de la Emperatriz” y entre ellos el “Gran chambelán de la casa imperial”, que recayó en Carlos Sánchez Navarro, un pariente lejano de mi señora abuela.
Según el Reglamento para los servicios de honor y ceremonial escrito por Maximiliano, el “chambelanato” comprendía las siguientes encomiendas:
1. El Gran Chambelán es Gran Dignidad de la Corte, presta juramento en manos del Emperador, y ocupa el lugar que le corresponde según el reglamento del ceremonial.
2. El Gran Chambelán dirige el servicio de la Casa Imperial y tiene á sus órdenes á los Chambelanes de servicio y á todos los Chambelanes honorarios del Imperio, quienes prestan juramento en sus manos. 3. Cuida de la exacta observancia de este juramento.
4. Son de su cargo:
I. El Palacio, sus habitaciones y edificios en general.
II. La dirección de los Museos y Colecciones Imperiales.
III. Todo lo concerniente á las ciencias y bellas artes.
IV. Decidir las cuestiones sobre alojamientos, mesas, alumbrado y gasto de leña y carbón.
V. El servicio de la cocina, de la cava y de la contabilidad.
VI. El ajuar del comedor, las vajillas y mantelería, los cubiertos de plata, &c.
VII. El cuidado de los jardines y de sus empleados.
VIII. El cuidado de la servidumbre y de su disciplina.
IX. El cuidado de los efectos mobiliarios.
X. El servicio sanitario, que comprende:
- Los médicos de la Corte.
- Los hospitales de la Corte.
- La botica.
- Los baños.
5. El Gran Chambelán está encargado de la distribución de las habitaciones y alojamientos en los Palacios Imperiales.
6. Dispone cómo deben amueblarse las habitaciones, y ocurre al Intendente General de la lista civil para el pago de los gastos que se eroguen con tal motivo, así como en las reparaciones, conservación y habilitación de todos los muebles necesarios, y en las ceremonias y funciones á que asista la Corte. Avisará oportunamente al jefe de la cocina, al sumiller del comedor y á los criados del servicio de la mesa, el número de las personas invitadas á comer, la hora y la clase de comida que se ha de servir. Dará las instrucciones convenientes sobre la comida. Mandará con un criado los convites para las personas que vivan en Palacio. Designará cuáles deberán ser los criados que se encarguen del servicio de la mesa; cuál la librea que deban vestir, y cuál el trabajo que cada uno debe desempeñar antes, durante y después de la comida: en caso de que accidentalmente falten criados para el servicio, los pondrá bajo su responsabilidad. Cuidará de que la mesa esté puesta á la hora determinada y de que el servicio se haga con puntualidad, inspeccionando, con la debida anticipación, tanto la mesa como todo lo que de ella dependa, para cerciorarse de que nada falta, de que todo está en regla y de que cada criado está en su puesto con el traje que se le haya prevenido.
¡Nomás! Es decir, su trabajo consistía en revisar que todo lo relativo al mantenimiento del castillo estuviera en orden y que los banquetes, recepciones y demás eventos sociales se llevaran a cabo acorde al protocolo imperial, además de que el mantenimiento de los Emperadores estuviera provisto siempre.
Su difícil tarea no sólo implicaba la coordinación de proveedores, cocineros, personal del servicio, valets, músicos y todo aquello que requería un evento social en casa de los emperadores, sino que manejaba otras variables: las finanzas que patrocinaban los ágapes, el manejo de vajilla, cristalería y plaqué, sí como la bodega de vinos importados que se bebían en la casa imperial. Tenía que tratar con el sommelier del comedor para definir los detalles del servicio, y con el de la cava para verificar la existencia y calidad de los vinos del palacio.
Pero sin duda el asunto más difícil fue el de inculcar a los súbditos mexicanos las reglas y hábitos de los gobernantes europeos. El asunto comienza con la llegada de los emperadores a la ciudad de México y el primer baile de gala del Imperio. El Gran Chambelán Imperial convocó para ello a las diez de la noche. La mayoría de los invitados mexicanos llegó tarde, quizás media hora o hasta una hora, y se sorprendieron al encontrar las puertas del palacio cerradas, y el acceso negado. Tuvo que explicárseles que la etiqueta de la corte implicaba que después de que sus Majestades entraban en el salón principal nadie más podía hacerlo.
Gracias al lustre y brillo que el emperador procuró para la corte se desató un frenesí aristocrático entre los mexicanos con el que la gente hurgó entre sus viejos papeles para descubrir un árbol genealógico lleno de nobleza y condecoraciones y escudos de armas de ancestros que fueron personajes de alcurnia.
El augusto soberano austriaco era un refinadísimo gastrónomo y sus cocineros se esmeraban para no disgustarlo. Los platillos estaban preparados según la cocina francesa, pero con algunas modificaciones del arte culinario vienés; los vinos que se servían en la mesa imperial eran de lo más exquisito. Durante el almuerzo jerez, Burdeos, borgoña y vino de Hungría; y en la comida del Rhin y champaña, además de los mencionados.
Gustaba mucho su majestad de oír durante la comida anécdotas, cuentos picantes y aventuras; sobre todo si se relacionaban con los comensales presentes; a todos dirigía la palabra y cuando alguien contaba con verdadero ingenio algún cuento picante o alguna anécdota, el soberano reía de muy buena gana y no dejaba de hacer observaciones muy ingeniosas y picantes también.
Una serie de acontecimientos concatenados en el frente internacional forzaron a Napoleón III a retirar sus tropas de México, entre ellos la victoria del norte en la Guerra de Secesión en Estados Unidos y la guerra de Francia con Prusia, que demandaría a las tropas francesas en el nuevo frente de guerra europea.
Sin el apoyo militar francés, la causa del Segundo Imperio Mexicano estaba perdida. Los contingentes republicanos no tardaron en controlar el país y arrinconar el reducto imperial en la ciudad de Querétaro. Años más tarde, cuando Maximiliano ya había sido fusilado en el Cerro de las Campanas, muchos de los franceses que llegaron con el Ejército de Intervención, y que tenían algún oficio, decidieron quedarse para establecer pequeños negocios en distintas ciudades del país.
Entre ellos algunos panaderos que comenzaron a hornear pan francés, ese pan blanco de harina refinada con corteza crujiente, y que se logra agregando vapor dentro del horno, al rociar sus paredes de piedra con agua en el interior. De ahí nuestro famoso bolillo, como sus variantes: telera y birote.