[contextly_sidebar id=”5569568ac5255d3d01abca1d4f031a6e”]Conocer a fondo la cultura del vino puede parecer algo complicado; existen miles de etiquetas disponibles en el mercado y cada año se suman otras tantas. Sin embargo, con un poco de tiempo y dedicación puedes sacarle el mejor provecho a tu experiencia en el increíble mundo del vino. Acá te damos cinco tips para que te vuelvas un experto antes de lo que pensabas.
Siempre he pensado que el vino es el modo más fácil de viajar. Pero como ocurre con los viajes, conocer la historia y las costumbres te permite entender y apreciar tu destino de otra manera. Si te gusta un tipo de vino, investiga su origen, quienes lo hacen y en donde lo hacen; prueba otros vinos de la misma zona, o de la misma uva pero de diferente región.Existen libros muy completos que dedican páginas enteras a cada región del mundo.
Si no tienes el tiempo, lee revistas, y si tienes aún menos tiempo, lee blogs. Existen miles de sitios dedicados a este tema en internet. No te cases con una sola marca o un solo tipo de vino, conoce nuevos tipos de uvas, nuevas regiones. Pierde el miedo a aquellos vinos con etiquetas que parecieran impronunciables. Algunos de los mejores vinos que he tomado en mi vida, han sido de uvas o regiones que jamás había escuchado, muy lejos de los lugares comunes que saturan los anaqueles de autoservicios y tiendas especializadas.
La teoría es importante, pero la práctica es irrefutable. El único modo de llegar a saber realmente de vino es tomándolo. Y el mejor modo de tomarlo es en compañía. Forma un grupo de amigos a quienes les interese el tema y reúnanse periódica y ordenadamente a catar vinos. Si no conoces a nadie a quien le interese el tema, busca en redes sociales, habemos miles de personas que compartimos el mismo interés.
Cada vez existen más lugares que ofrecen catas semanalmente a precios realmente accesibles, donde trabajan personas con suficiente conocimiento dispuestos a compartirlo. Acércate a tiendas o restaurantes especializados, aunque no hagan grandes anuncios al respecto, en la mayoría de ellos se dan este tipo de eventos.
No trates de describir un vino con aromas que no conoces. Este punto podría ser muy extenso, infinidad de gente cometemos el error de repetir aromas que escuchamos de otras personas sólo por combatir la frustración de no poder detectar ninguno. El único modo de detectar los aromas, es que formen parte de nuestra memoria, es decir, que nos recuerden ingredientes o momentos únicos.
Huele todo. La comida, la alacena, las flores, perfumes, los closets, la ropa, los trapos, la herramienta, la tierra -si no te importa parecer loco-, los lápices y hasta a tu perro; huele absolutamente todo. Un buen inicio es una vuelta al mercado y tomarte tu tiempo en oler –y probar- la mayor cantidad de frutas, especias y flores que te sea posible, ahí están la mayoría de las notas que repetimos como letanía en cada cata.
Los últimos años han significado un crecimiento importante de la industria del vino en México, y por lo tanto, cada vez habemos más personas que buscamos ser parte activa de este mundo. Es apenas lógico que dentro de estos nuevos participantes existan mentes creativas dispuestas a romper con los paradigmas de la cultura del vino.Aunque suelo aplaudir la osadía de muchos de ellos, existen ciertas reglas que obedecen a cientos de años de conocimiento empírico. Sin importar la subjetividad de los sentidos, muchas de estas reglas tienen bases científicas indiscutibles (me refiero principalmente al maridaje).
Toma las tablas de temperatura como ejemplo, aquellas que sugieren a cuantos grados se debe servir el vino según el tipo de uva; aunque suelen ser un buen referente, no pasa nada si te desvías un grado o dos hacia arriba o abajo. Para cuando lo sirvas, probablemente ya habrá cambiado su temperatura. Sin embargo, debes tener cuidado en no salirte mucho de los márgenes, un vino blanco difícilmente gusta si se sirve arriba de los doce o catorce grados, así como prácticamente ningún tinto se aprecia debajo de esa misma temperatura.
Ni el “mejor vino blanco es el tinto”, ni el vino blanco “es de señoras”. Además del vino tinto existen espumosos, blancos, rosados y dulces o fortificados. Me atrevo a decir que el tinto –con sus notables excepciones- es quizás el que menos funciona con nuestra gastronomía. Si nos han repetido hasta el cansancio que el vino tinto va con carnes rojas y el blanco con pescados y carnes blancas (ver el punto anterior), ¿entonces porqué insistimos en querer combinar un taco de camarón o uno de carnitas con un tinto, con el pretexto de que está ligerito?
Aún cuando reconozco la exquisitez de un buen tinto, hay que entender que existen momentos para cada cosa; te sorprendería saber cuantos platillos funcionan mucho mejor acompañados de un blanco o espumoso.
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Artículo, cortesía de la revista Wineheart