Las vacas colosales de harto pedigrí mugen, los borregos más guapos balan y entre los corrales se escabullen niños ruidosos. Las altas temperaturas provocadas por tanto mamífero bípedo y cuadrúpedo contrastan con los 12°C de finales de invierno afuera del salón de la agricultura.
Bienvenidos al centro de convenciones en el sur de París, que cada año desde hace 51, se convierte en la granja más grande de Francia, con más de 400 mil animales. Es el proyecto que quiere acercar a las ciudades con el campo.
Entre todas las tradiciones galas, esta es una de las más curiosas, ya que en un espacio destinado usualmente a salones internacionales -como el del libro que se celebrará en unas escasas semanas- se encuentran dos mundos que se cruzan muy poco: el urbano y el rural.
Durante las vacaciones de invierno, mientras unos esquían, otros traen a sus hijos para explicarles que un nugget antes de ser nugget …fue un plumífero de gallinero; una experiencia enriquecedora o traumatizante, cada quien escoge.
Ocurre que como en todos los países que se dicen «desarrollados», los habitantes han perdido el contacto con el origen y procedencia de sus alimentos. Para eso se creó el salón de la agricultura.
Es por esta razón, entre muchas otras, que los agricultores (en su mayoría emprendedores equipados de las máquinas más modernas para cultivar decenas de hectáreas) vienen a visitar a los citadinos o más bien a los parisinos que son una especie muy particular.
Para hacer el cuento corto, los capitalinos llaman vegetación a las plantas en el balcón o a los parques de la urbe.
Con 693 mil 752 visitas el año pasado, este salón de una semana, es un evento importantísimo pues representa una vitrina excepcional para el trabajo de los ganaderos de cada región.
Su objetivo es promover los productos del terruño que ellos fabrican. Un orgullo local y francés. Esos son los mismos productos que terminan a menudo en las cacerolas de los chefs, los grandes defensores de la calidad de los ingredientes de sus recetas.
Para los grandes y pequeños que acuden a este centro de exposiciones es el momento privilegiado para llenarse las narices de olores auténticos, darle la espalda a los sabores estandarizados de los supermercados y probar, por ejemplo, un queso de cabra fresco o afinado, reposando en un pan que todavía tiene las huellas de la panadera.
También es la oportunidad de llevarse a la boca rodajitas de salchichón hecho con amor, por el puerco y el productor de embutidos.
Para hidratarse sobran cervezas, licores y muchos vinos. Vinos tintos, vinos blancos, rosados y vinos naturales. Estos últimos particularmente de moda en bodegas especializadas, pues no contienen aditivos.
Los paladares dulces quedan igualmente satisfechos con las mieles de abeja, de flores, cremas de miel para untar, mermeladas, jaleas … y más pan para darse un atracón de todos los dioses.
Es igualmente la ocasión de descubrir frutas o verduras desconocidas. Este año, uno de los protagonistas es “Garance”, un jitomate biológico que ha desarrollado el INRA, el Instituto Nacional de Investigación Agrónoma de Francia.
La novedad es que este “fruto del futuro”, como lo han presentado, resiste a ocho enfermedades y contiene una alta concentración de licopeno, un pigmento rojo que tiene la virtud de proteger de las enfermedades cardiovasculares. En este salón, tradición y ciencia van de par así como en los campos y en los establos.
Aquí hay de todo para los apasionados de sabores rústicos; mejor aún, se puede platicar con los que tiene metidas las botas en el fango y las manos en los traseros de las reses, para llevar todos esos alimentos a las mesas francesas.
Algunas familias se quedan todo el día divirtiéndose con las competencias de ganado y ejercitando la mandíbula con una tostada bien rechoncha de paté.
Otro objetivo para los agricultores es concursar y ganar premios del cordero más pachoncito o de la preparación más sabrosa. Una medalla del Salón trae con ella prestigio y clientela.
Los más de mil 300 participantes del salón confiesan que es una gran satisfacción para ellos ver a tantos citadinos fascinados con su universo ya que su cotidiano es menos festivo. Es casi un sacerdocio dedicado a los animales o a la tierra en los que muchos pierden su salud.
Es por esto que en la carrera de todo político francés hay un momento inevitable, la visita del Salón de la Agricultura. Una oportunidad de acercarse a este electorado. El “ejercicio” del Salón de la agricultura es único. El objetivo para el o la político(a) es distribuir besos, sonrisas, apretones de mano para probar con elegancia y destreza tanto antojito que le pongan por delante. Pasar de un queso apestosón, a un foie gras, para rematarlo todo con una preparación a base de sardina requiere un estomago de acero. Cada puesto les reserva una sorpresa.
Hace unas semanas le tocó al actual presidente francés François Hollande, quien inauguró el Salón. A él, que tiene fama de glotón, no le costó mucho sacrificarse por uno que otro rollito de jamón, pero el campeón peso completo de este evento es y será Jacques Chirac.
Muy cómodo en el ámbito rural, recorría durante horas los pasillos del Salón, pescando con gusto todas las delicias que le regalaban y bebiendo litros de cerveza local con mucha alegría, aunque su favorita siempre ha sido la Corona.