En el mundo del vino vemos constantemente nuevas iniciativas por hacerlo mejor, diferente, y encontramos novedosas corrientes de producción y añejamiento. Hoy, sin embargo, la corriente es la marina.
Suena excéntrico pero hay una tendencia entre algunas casas vinícolas alrededor del mundo de madurar los vinos en el fondo del mar. En España surgió Sketch, un albariño que se sumerge algunos meses en las aguas de la ría de Arousa -y cuya botella tiene un precio promedio de 80 dólares-, el también español y premiado Crusoe Treasure Classic de la bodega Murillo Viteri -de precio promedio de 240 dólares- o los muchos chilenos que lo están haciendo y han convertido la visita a una cava, en un paseo de buzos.
Crusoe Treasure CLASSIC- Spanish from Crusoe Treasure on Vimeo.
El proceso ha sido denominado como “aquaoir” (término contrario a “terroir”) y básicamente consiste en colocar las botellas entre 15 y 30 metros de profundidad dentro de canastas de metal especialmente diseñadas para ello.[contextly_sidebar id=”d638f8e3dcc9fe285f37d212a5d107ad”]
Los que se inclinan por este tipo de añejamiento submarino asegura que las corrientes, la presión, la temperatura (y sus muy lentos cambios), el constante movimiento de las olas y la oscuridad son al parecer los elementos que dan resultado a un vino diferente al añejando en una bodega en tierra.
Los “enólogos del mar” cuentan que la evolución submarina del vino, resulta no solo más armónica sino también más rápida. Las cavas se construyen en forma de arrecife artificial y de esta forma las corrientes marinas circulan y hacen que las las botellas y por ende el líquido en su interior se muevan suave y constantemente.