En junio de 1928 se abría en Tijuana la primera etapa del hipódromo de Agua Caliente, un proyecto que incluyó un hotel de 500 habitaciones, casino, spa y cafetería. A la barra del casino llegó un elegante joven de 1.65 metros, casi adolescente, recién desempacado del Distrito Federal de nombre David Daniel Negrete Covarrubias.
Su estadía duró los siete años que estuvo abierto el centro de recreo de estrellas de Hollywood, políticos y gangster de la época –de acuerdo con el libro “La Cosa Nostra en México” de Juan Alberto Cedillo el lugar era frecuentado por Al Capone y Bugsy Siegel—, edificado por Fernando L. Rodríguez, hermano del entonces gobernador del estado de Baja California, y quien cuatro años más tarde se convertiría en presidente de la República, Abelardo L. Rodríguez.
El veto a los casinos impuesto por Lázaro Cárdenas en enero de 1935 obligaría al joven Negrete a regresar a la ciudad de México, aunque no por mucho tiempo. Su hermano Jesús lo convenció de buscar trabajo en un fastuoso hotel-spa que tenía poco tiempo funcionado, fue inaugurado en abril de 1934: el Gran Hotel Garci-Crespo de la ciudad de Tehuacán, Puebla.
Un proyecto en el que también estuvo involucrado Abelardo L. Rodríguez como socio de José Garci Crespo en la embotelladora de agua mineral que años más tarde se convertiría en Agua Peñafiel.
Ahí conocería a Margarita Orozco, la caprichosa mujer que le cambiaría la vida con una petición.
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Margarita llegó al Garci-Crespo como parte de un grupo de parejas a disfrutar de sus amplios jardines y sus albercas, del restaurante y el casino que también se construyó, como también lo hacia Manuel Ávila Camacho, quien para ese momento fungía como secretario de Guerra y Marina pero ya se preparaba para suceder a Cárdenas.
No hay muchas más pistas sobre Margarita mas que las que dejó Daniel en una breve entrevista que le hicieron en 1982 en Ensenada, cuándo contó de la tarde en que nació uno de los cócteles más famosos del mundo:
“A Margarita le gustaba sentarse en la barra a platicar conmigo mientras yo trabajaba, en una ocasión me dijo: Daniel, deseo que me prepares un coctel que contenga sal, tengo la costumbre de que a cualquier coctel o bebida que pido me gusta tomarla con sal, y me da mucha pena estar a cada momento pidiendo la sal, principalmente cuando estoy acompaña de mis amistades”.
Daniel tomó el vaso coctelero o shaker y le colocó hielo, exprimió limones hasta llenar una onza, después tomó la botella de tequila y vertió onza y media del entonces poco glamoroso licor, completó con tres cuartos de onza de Cointreau, licor triple sec elaborado a base de cáscaras de naranjas y agitó para mezclar.
La primera parte estaba hecha, Daniel había estilizado la forma tradicional de beber el tequila al mezclarlo directamente con el limón y suavizarlo con hielo y el licor de base cítrica –de acuerdo con la Academia Mexicana del Tequila AC, el licor combina de modo muy favorable con mezcladores cítricos por alguna razón de tipo organoléptico—, faltaba integrar la sal y presentarlo.
“Enseguida miré a la cristalera, tomé una copa de champañera, y le puse limón alrededor del cuello. Tomé el salero y rocié sobre la parte humedecida hasta que quedó un hermoso collar blanco en el cuello de la copa. Nuevamente tomé el chequeador y lo agité, vacié el contenido en la copa y le dije: “aquí tienes tu nuevo coctel”.
Margarita tomó la copa entre sus manos y la llevó a sus labios. La sal se disolvió con el líquido contrarrestado a su manera la acidez del limón y conteniendo en conjunto la parte más áspera del tequila pero potenciando su sabor.
–¿Cómo se llama? –preguntó ella.
–¿Cómo se va a llamar? –repetí— pues se llama como tú: Margarita.
El mito había nacido en el bar de ese hotel en Tehuacán.
Como todo mito, la historia se cuenta de muchas maneras. Desde Ensenada Salvador Negrete desmitifica la tarde en la barra del Gran Hotel Garci-Crespo: “en 1936 mi tío Jesús se iba a casar, y mi papá le hizo una bebida a la esposa de mi tío, ella se llamaba Margarita, de ahí salió la historia de esa bebida”.
Converso vía telefónica con el hijo mayor de Daniel, quién siguió los pasos del padre al quedarse al frente de “El Gran Chaparral”, un salón de baile y restaurante que abrieron en Ensenada a donde Daniel regresó a radicar tras su paso por Tehuacán, y me cuenta:
“Por desgracia –explica con ese acento propio del norte– toda la información y documentación que teníamos sobre La Margarita se nos quemó cuándo se incendió en 1983 el salón de baile y restaurante que tuvimos, El Gran Chaparral, y aunque volví a levantar el lugar y finalmente lo vendí hace seis años, fotos, documentos y demás se perdieron”.
En lo que no hay duda para Salvador es en que La Margarita nació en Tehuacán a unos pasos de los manantiales de aguas minerales propiedad de la familia Garci-Crespo.
“En el Hotel Riviera, otro de los hoteles en los que trabajó Daniel Negrete, hay una placa que dice que la bebida fue inventada por mi papá ahí, y eso no es cierto. Un día me invitaron al hotel, había venido un gringo de estos que viajan mucho por todo el país y Centroamérica y hacen programas de televisión, y les dije, oigan, pero eso de La Margarita no es cierto, mi papá la inventó en Puebla. Y me dijeron: ya, ya, déjalo así Chava”.
Una búsqueda en Internet sobre el origen de la bebida ofrece al menos otras tres teorías, recopiladas en la página de la Academia Mexicana del Tequila AC:
Acapulco, México-1948: Margarita Sames ofrecía una fiesta en su hacienda, al lado de un acantilado en Acapulco. Entre sus invitados figuraba Nicky Hilton, heredero de los Hoteles Hilton. Buscando algo para alegrar la fiesta en ese día caluroso, Margarita se puso a experimentar en el bar y se le ocurrió aligerar el carácter del Tequila, agregándole triple sec y jugo de limón fresco en una coctelera con hielo y sirviéndola en copas de martini escarchadas con limón y sal. ¿Realidad ó ardid publicitario?. Esta historia se publicó en 1991 en una revista de agencias publicidad, para la empresa que representaba a Cointreau.
Ciudad Juárez, México-1942: Durante la celebración del 4 de Julio una clienta pidió a Pancho Morales, cantinero de Tommy’s Place, que le preparara una “Magnolia”. Pancho había oído sobre la bebida, sabía que llevaba algo de Cointreau y decidió agregarle su Tequila favorito. Ese día debió haber estado pensando en flores, confundiendo la Magnolia con una ¡Margarita!
Rosarito, México-1938: Una corista de nombre Marjorie King, que frecuentaba el bar Rancho La Gloria y a quien le gustaba beber, era alérgica a todos los destilados, excepto al Tequila. Beberlo sin mezclar no era una idea divertida, así es que le preguntó al dueño, Danny Herrera, si podría inventar otra manera de servirlo. Herrera, improvisando, mezcló Tequila Blanco con jugo de limón, hielo picado y triple sec, escarchó la copa con limón y sal y lo llamó “Margarita” en honor de la corista.
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En lo que tampoco cabe duda es en que el cóctel ayudó a difundir la recia bebida por el mundo, “a mi papá se lo llevaron hasta Japón, lo pasearon por Europa” me cuenta Salvador. Y si, hubo un tiempo en que tequila Sauza subió a un avión a Daniel y lo mandó de tour por el mundo para promocionar en manos de su creador el coctel que le abrió las puertas a la bebida mexicana por excelencia.
Y la bebida, por razones varias, se volvió chic más allá de la tradicional margarita, y comenzaron a aparecer por todos lados cientos de marcas y el propio coctel evolucionó.
–¿Sabes qué mataba a mi papá? –me confiesa del otro lado de la línea Salvador— él se enojaba mucho cuando veía una margarita de fresa, o una margarita de plátano. Ahora están haciendo mucho dinero con esas bebidas de sabores, pero la original es la original, me decía.
Y tras la de plátano, llegó la de mango, la de guanábana, la de jamaica, la de tamarindo con el vaso escarchado con chile piquín, en versiones frozen y ya no sólo mezclado en la coctelera.
Y así como cambió el coctel, el hotel donde nació también mutó, primero cambió de nombre a Hotel Peñafiel, y comenzó a perder brillo a finales de los 70 tras varios cambios de administración
En 1985, de acuerdo con reportes periodísticos, “el hotel tuvo un incidente donde se quemó una parte del mobiliario, en 1989 dejó de funcionar pues cambió de propietario y se adecuó para que se estableciera la Universidad Euroamericana que abrió sus puertas en 1991” y que años más tarde cambiaría de nombre a Universidad Interamericana para el Desarrollo y forma parte del Consorcio Educativo Anáhuac.
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*Ernesto Aroche Aguilar es reportero de tiempo completo, cualquier cosa que eso signifique, -como el mismo dice-, del portal informativo Lado B (ladobe.com.mx). Además es colaborador de Animal Político.