Es un postre ligerito y fresco. La panna cotta, que en italiano significa “nata cocida” en referencia a la crema con la que se elabora, es una receta del norte de Italia -en Piamonte para ser más precisos- y se podría decir que es primo del flan.
Se elabora con pocos ingredientes y se prepara muy rápido. Una de sus virtudes es su sabor ligero, lo que permite hacerlo divertido y combinarlo con diversos sabores de acuerdo al menú: frutas, chocolate, polvo de galleta, caramelo o, en realidad, lo que tengamos a la mano.
¿El secreto de la perfección? Que sea cremoso pero firme, algo entre una gelatina y una mousse.
Toma muy poco tiempo prepararlo y podemos hacerlo con anticipación para solo desmoldar y hacer sonreír a tus invitados.
Verter la leche, la crema, las semillas de cardamomo y el azúcar en una cacerola hasta que hierva. Retirar del fuego y dejar reposar para que se infusione y aromatice.
Hidratar las láminas de grenetina por 5 minutos hasta que se suavicen y posteriormente calentar en el microondas o a baño maría para que se disuelvan.
Calentar el líquido de leche y crema casi hasta hervir. Remover el exceso de agua de las láminas de gelatina y agregar a la mezcla de leche y crema caliente hasta que se disuelvan.
Pasar por un colador el líquido caliente para que no haya grumos o nata y se verter en otro recipiente para que se enfríe hasta llegar a temperatura ambiente.
Servir la mezcla ya fría sobre moldes de silicón para gelatina o flan y refrigerar por cuatro horas hasta que cuaje.
Desmoldar con cuidado y colocar sobre un lindo plato (acuérdense que la estética es fundamental y siempre parte del sabor).
Tip Animal: Nos encanta acompañar la panna cotta con fruta asada. Por ejemplo: mitades de higos un minuto sobre una parrilla o jugosos gajos de durazno también pasados por la parrilla.
Y, a un lado, para quien se le antoje se puede preparar un coulis o mermelada para poner un par de cucharadas sobre ella.