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¿Cuánto pueden comer y beber las embarazadas?

Por Animal Gourmet


“Cuando descubrí que estaba embarazada, me apetecía mucho tomar una taza de café. Era lo primero que hacía cada mañana. Y, de repente pensé, “Oh, dios, ¿será que puedo tomar una taza, por lo menos?”, recuerda Emily Oster, profesora de Economía de la Universidad de Chicago.

Se fue a internet y encontró, para variar, que no había consenso. Después se dio cuenta de que incluso los libros no se ponían de acuerdo… y su médico tampoco coincidia siempre con los libros.

Algunos escritores decían que las embarazadas debían evitar el café por completo. Otros recomendaban no beber más de dos tazas y otros aumentaban ese límite a tres.

“He leído libros que dicen seis. Y yo pensaba que debía haber una respuesta a esto”, afirma Oster.

“La respuesta no es ni cero ni seis. Seguramente hay un número ahí y quería entender por qué hay tantas discrepancias pero también cuál es la decisión correcta”.

Así que decidió aplicar sus conocimientos de estadística para revisar la literatura médica.

Y llegó a la conclusión de que está bien tomar dos tazas al día. Sin embargo, ella se describe como una “mujer que toma entre dos y cuatro tazas al día” y, en este punto, dice, las pruebas parecen ser mixtas.

“Al principio me sentía fatal y no podía tomar nada de café, lo cual era muy triste para mí, pero una vez que entré en el segundo y tercer trimestre del embarazo, me sentía mejor; solía tomar tres tazas de café al día y me sentía cómoda con eso”.

“Pero si subes esa cantidad -de seis a ocho tazas de café diarias- hay más evidencias de que puede ser peligroso”.

Depende de la mujer

Oster, que ahora es madre de una saludable niña de dos años, publicó sus investigaciones en el libro Expecting Better, con el que pretende que, en casos donde hay evidencias contradictorias, las lectoras tomen en cuenta todos los factores y saquen sus propias conclusiones, con las que cada una se sienta mejor.

Es difícil extraer conclusiones firmes, afirma, porque la mayoría de los casos no son aleatorios; no sería justo separar a las mujeres embarazadas en dos grupos aleatorios y pedirles a unas que beban más café y a otras que lo eviten.

En consecuencia, explica Oster, la gente que participa en los estudios difiere en muchas maneras que pueden afectar el curso de sus embarazos, no sólo en su hábito de beber café.

“El gran problema es que el consumo de cafeína está fuertemente correlacionado con cuántas naúseas tengas. Muchas mujeres embarazadas se sienten mal, especialmente en las primeras fases, y las que sienten más naúseas tienden a beber menos café”.

“Pero sabemos que sentirse mal es una señal de un embarazo saludable. Así que cuando vemos que esas mujeres que beben menos café tienen también mejores embarazos no sabemos si depende sólo del café”.

Pero el café era sólo uno de los componentes de la lista de alimentos y bebidas prohibidos o semiprohibidos que Oster quería investigar.

El alcohol, por ejemplo. Algunos servicios de salud, como el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra (NHS, por sus siglas en inglés) recomiendan a las mujeres evitar el alcohol durante todo el embarazo, pero Oster dijo que decidió, en función de las estadísticas disponibles, que se sentía cómoda bebiendo tres vasos de vino -en total- durante el primer trimestre y luego medio vaso, tres o cuatro veces a la semana, durante el segundo y tercer tremestre.

“Una cosa que surge muy rápido, que es muy importante enfatizar, es que el beber mucho durante el embarazo es muy peligroso. Eso es algo que se ve claramente en los datos”, explica.

“Pero cuando miré los datos sobre lo que significaba tomar una bebida ocasionalmente – quizás un par de vasos a la semana durante el primer trimestre y hasta uno diario en los últimos trimestres- me di cuenta de que los datos sugerían que era seguro”.

“No tenemos grandes pruebas aleatorias, pero hay muchos estudios de alta calidad que muestran que los hijos de mujeres que beben ocasionalmente tienen resultados muy similares a los de las mujeres que se abstienen de beber durante el embarazo”.

“No al alcohol”

Sin embargo, el Sistema Nacional de Salud británico no comparte este punto de vista.

El doctor Vivek Muthu, director del departamento de salud de la Unidad de Inteligencia del Economist y director ejecutivo de la consultora Bazian, asegura que las evidencias sugieren que incluso la ingesta de una cantidad baja de alcohol puede afectar al desarrollo del bebé.

“En consecuencia, el mejor consejo y el más simple que da el NHS es que no se beba en absoluto”, afirma.

Y, a pesar de que el riesgo es menor cuanto menos alcohol beba la madre, eso no significa, dice Muthu, que la magnitud del daño baje.

“Las consecuencias pueden ser simplemente tan malas como con mayores niveles de consumo y podría resultar en una minusvalía severa física y mental”, advierte.

“Hay problemas adicionales sobre cómo definir el “bajo consumo” en términos de unidades de alcohol y cómo esto puede ser interpretado en función a las personas”.

Pero, por supuesto, hay otras muchas cosas que se les dice a las embarazadas que eviten.

“Una de las cosas que encontré sorprendente sobre la lista de comida es que es muy larga”, afirma.

Lista de lo que no se debe comer

Alimentos restringidos, según el NHS

  • Algunos tipos de queso
  • Huevos crudos
  • Carnes frías curadas
  • Marisco crudo
  • Carne poco hecha
  • Hígado
  • Algunos tipos de pescado
  • Leche sin pasteurizar
  • Cafeína

“Había muchas cosas que no podía comer. Tenía que tratar de escabullirme a la hora de la comida para que la gente no supiera que estaba embarazada. Lo que llegué a pensar era: ‘Mira, necesito saber por qué estas comidas están restringidas para que al menos tenga un marco de entendimiento de lo que está pasando'”.

Oster revisó los datos de los últimos 15 años de los brotes de listeria del Centro de Control de Enfermedades de EE.UU.

La evidencia sobre la leche sin pasteurizar y el queso predominaban claramente en la lista de alimentos “prohibidos”.

“Encontré que en torno al 20% de esos brotes estaban vinculados al queso sin pasteurizar; en torno al 10% al pavo. Pero hay un brote vinculado con el jamón, otro con el melón, otro con el apio y muchos más similares. Y llegué a pensar que para muchas de estas situaciones casi no hay cómo predecirlo”.

“Así que decidí que, en ese caso, cuando quisiera jamón, estaba bien”. La mayor parte de la información que reciben las mujeres embarazadas está excesivamente simplificada, según Oster.

A su juicio, los médicos no tienen tiempo para explicar cosas en detalle y ayudar a los pacientes a que decidan.

“Así que llegué a la conclusión de que quizás hemos llegado al momento en que las mujeres entiendan estas decisiones -que piensen realmente con conocimiento lo que quieren para ellas- y eso al final mejorará la calidad del cuidado médico”, opina.

“Así puedes llegar a tu médico y decirle: ‘Mire, ahora entiendo lo que pasa, hablemos cómo ponerlo en práctica en mi caso'”.

En ese momento, afirma, es cuando “las conversaciones realmente fructíferas” pueden producirse.

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