Al parecer mi panza siempre tiene el antojo equivocado. Cuando estoy en el Distrito Federal busco currys de la India o pho de vegetales de Vietnam, pero desde el primer momento que estoy en el extranjero tengo antojo de chiles rellenos y tortillas de comal. Estos antojos extraños me han llevado a buscar comida árabe en Shangai, y empanadas de choclo en París. Pero más allá de ser gastronómo aventurero, soy un nostálgico de sabores de casa y de memorias ligadas a platillos.
Más allá de ser gastronómo aventurero, soy un nostálgico de sabores de casa y de memorias ligadas a platillos.
En esta, que será mi columna para Animal Gourmet, espero poder platicar de aquellas comidas que extraño, añoro, busco y finalmente me llevan a establecer una conexión más directa con productores, cocineros, restauranteros y tenderos de todos lados.
Desde aquí contaré como “las capitales del mundo” se han vuelto lugares obvios para encontrar productos de los rincones más recónditos, al mismo tiempo que en las ciudades pequeñas y los pueblos mas alejados es cada vez mas fácil encontrar las comodidades gastronómicas que la globalización no ha traído.
No busco valorizar el consumo en las grandes urbes, sino conectar puntos distantes a través de la comida por medio de la experiencia de ser comensal preocupado por los productos auténticos y el respeto a nuestras culturas culinarias.
Después de casi un año de vivir en el Distrito Federal estoy a punto de regresar a mi ciudad adoptiva, Nueva York. Este tiempo que estuve en México me sacié de frijoles, tortillas, huauzontles, escamoles, quesillo de hebra, moles, amaranto en alegrías y aguacates.Ahora que me voy extrañaré estas comidas y tantos otros ingredientes que son aquí riquísimos. Pero antes de irme pienso no dejar ni un solo puesto de garnachas sin visitar.
Antes de irme pienso no dejar ni un solo puesto de garnachas sin visitar.
En mi despensa, lista para el viaje, ya tengo chiles toreados lactofermentados, harina de amaranto, dos botellas de Mezcla de Tintos, y unos mezcalitos de una niña súper buena onda. Cómo quisiera poderme llevar una dotación completa de cervezas mexicanas, de maíces y frijoles de mi milpa, pero sobre todo una gran caja llena de Cotija de origen, bolas de Ocosingo, quesillo de hebra, quesos doble crema de Cuadro, con y sin chile chiltepin, y algunos de mis amados Cremas de Plata.
Llegando a mi viejo barrio en Brooklyn reencontraré lugares para comer una samousa chat y un falafel recién hecho. Iré a visitar a mis amigos para comer un roti jamaiquino y una pizza neoyorquina de queso por rebanada.
Mis intervenciones aquí platicarán de esa comida del diario que todos los neoyorquinos comen, con las historias detrás de cada platillo. Les platicaré del movimiento social alrededor de la comida, una tendencia que toma las partes mas representativas de corrientes como el ‘slow food‘, del vegetarianismo-veganismo-crudismo, del “kilómetro cero” y el ‘farm-to-table’.
Más que recomendaciones de restaurantes o lugares dónde comer o comprar comida, estas participaciones serán temas de conversación para que en la sobremesa platiquemos de cómo consumir conscientemente.
Recién salido del horno en Brooklyn:
Por Carlos Yescas